martes, 30 de abril de 2013

De mariposas y venenos.....

Hoy no quiero hablar de suciedades de aquellos que pervierten las ciencias, las instituciones, las promesas de honor, públicas, públicamente. 
Hay tanta vida alrededor y más allá de eso! Tanta... Por eso hoy hablaré de mariposas y naftalinas. 
Cerré mis ojos, y respiré profundo el olor de la manta de lana. A hexágonos de colores, de un buen hilado en su tiempo, había perdido un poco el brillo y la suavidad, pero abrigaba aún y salpicaba color sobre la cama, enrejada de bronce del bueno. 
Conté sin memoria los barrotes firmes, mientras desde la ventana me acariciaba la brisa cargada de humedad otoñal, a punto lluvia, y el vívido cantar de los pájaros arrullaba a mis pensamientos, se detuvo el tiempo. 
Y entonces, lentamente, la pregunta: ¿Cuánto tiempo más le queda a la naftalina? Pensé en las colchas tejidas, que ya no se usan, por no prácticas, y porque cada vez hay menos mujeres que quieran o sepan tejerlas. 
Va perdiéndose esa necesidad del amor demostrado a través de los presentes discurridos por manos amantes, con aroma a gente querida, envueltos en los lazos de hermosos recuerdos y abrazos. 
Y cuánto entonces, cuándo, podría volver a respirar ese inconfundible aroma, a recuerdos cuidados, protegidos a través de los años, a misterios susurrados y canciones de inviernos familiares, no lo sabía, no lo sé. Y eso me dio un plumazo de tristeza, apenas, pero al fin, algo de pena. 
Porque también se pierde el olor a vainilla y nuez moscada de los viejo delantales, a limón y acero de las viejas teteras, para el té de la tarde, junto con los manteles bordados con rococó y bastillas, en colores degradé... Las sábanas bordadas, con Richelieu en blanco, de lienzo grueso y firme, los repasadores y las toallas bordadas en punto cruz, envolviendo tortas tibias o manos de pieles ya finas, traslúcidas de trenzados azules y pecas pasas. 
Luego, rozando apenas las teclas del piano, también sin recuerdo contés sus teclas con las yemas de mis dedos, e inspiré hasta inundar mi mente del perfume eterno de su madera, y la respuesta: Vivirá, un rato más, lo sé, porque soy una, pero no la única, somos pocos, pero no extintos, no todavía, no si depende de nosotros, pero sí, si dependemos de la voladora que convierte todo lo que toca en polvo... Sólo conozco una polilla, capaz de comerse tanto, que nos provoque desaparecer, con nuestro amores y recuerdos arraigados en el alma, sin probabilidades de volver a renacer en la historia, inocente en apariencia y depredador por excelencia: EL SER HUMANO.

6 comentarios:

Viviana Lelli - Artista plástica dijo...

Volé por un momento sobre los recuerdos de mi abuela Cata... conservo las mantillas que tejió para sus bisnietos, mis hijos.
Gracias Vanessa, hermoso como siempre.

Vanessa Alle dijo...

Gracias Vivi!!! Los recuerdos, Vivi...es el alimento de nuestra vida. Me alegro haberlos evocado, siendo tan bellos...
Abrazos, un placer tu visita, como siempre, bienvenida!!!

Anónimo dijo...

sra.Allemany:
tengo 74 años,y la tecnología me ha permitido encontrar a mi familia en Italia...claro que con la ayuda de mis nietos....pero,al leer sus párrafos,recordé a mi madre,con sus agujas y sus lanas,tejiendo para todos nosotros,junto a los leños.

muchas gracias.Adelina.

Anónimo dijo...

Qué lindo el comentario en la portada de MUJERES.
REALMENTE TOMAN EL CAFECITO?'

SALUDOS DESDE DOMINICANA.!!
Joel.

Vanessa Alle dijo...

Adelina, un placer saber que encontraste a tu familia, y sobretodo por tus remembranzas. Abrazos y bienvenida siempre!!

Vanessa Alle dijo...

Hola Joel!! Si, realmente tomamos el cafecito, y fue un placer, nos faltó tiempo....Saludos y bienvendio cuando quieras a mi hogar!!