martes, 14 de julio de 2015

EL HOGAR QUE PERDIMOS


  Sí, porque ya lo perdimos.
  Esta casa nuestra que aún luego de tanta falta de compasión por parte nuestra, sigue regalándonos las hermosuras que le quedan (que obviamente, no merecemos), cada vez está más triste y deprimida. Cada vez la llenamos de más vacíos, que no sabemos o no queremos remediar o prevenir.
  Nuestro querido planeta, taladrado por múltiples ángulos, está exudando su dolor de la manera que puede, y su fiebre creciente la sentiremos de primera mano nosotros, sus torturadores.
   De a poco fue quejándose en un vano esfuerzo por despertar nuestras conciencias, nuestra sensibilidad, nuestro amor por nuestro único hogar comunal, que es parte de todos y que compartimos aún sin estar de acuerdo. Pero nosotros hemos quedado sin oídos hacen ya muchos siglos, hoy ni siquiera nos escuchamos a nosotros mismos, mucho menos a sus gritos, que cada vez son más enérgicos.
 Fracturada, con heridas por todo su cuerpo, derrama lágrimas negras dejando ácido el cuerpo del mar y sus mordientes lágrimas que ya no multiplican vida a través de los surcos de oscura tierra, sólo agregan horror a la pobreza tiñendo los pies de los pobres que ruegan por una cosecha más que no llega.
  Miremos alrededor, que nos conmueva el horror, que nos empuje hacia el cambio y al compromiso efectuado en el día a día, en la enseñanza a los herederos de nuestro suelo, en el rehacer de las huellas comprometidas a marcar el equilibrio y la salud para nuestra raza y por los que comparten con nosotros este paisaje enorme, nuestros compañeros los animales.
  Animales, compañeros, quienes deberían estar bajo nuestra responsabilidad, pero que en la realidad están bajo nuestra lacerante atención y conteo para destrucción.
  Ya despertemos, seamos responsables, seamos los guardianes que debemos ser.
de nuestro hogar.















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