jueves, 8 de marzo de 2018

UNA MÁS



Hola.

Soy mujer.

Hoy, especialmente, quiero hablar de mujeres.
De lo que soy parte y de lo que ya no.
Voy, despidiendo nuestro conmemorado día,  a hablar de nosotras.
Ahora que puedo.

Casi una menos...

Mientras chocolates, rosas y floreros adornan las mesas, quiero hablar de nosotras. De tantas, de menos, de una.

Meditar en voz alta.

Hoy pude agradecer un día más. 
Y uno de éstos.
Un #8M.

Pero pudo NO SER.
En algún momento, mi foto pudo ser una de las buscadas.
Yo denuncié, casi en la morgue.
Hubieron días de sombras densas.
En mis ojos, en mi cráneo. En mi alma. En mis muñecas.
En esos días, los grilletes eran violetas y me adornaban los brazos.
Mis ojos buscaban el suelo para sentirse seguros de que la mirada no bailara trémula, como gacela asustada, escapando de cualquier león hambriento.
Todavía conservo ojeras, pero ya no se deben a las vigilias obligadas, para calmar el furioso e  insaciable vampiro, que no dejaba de hincar los colmillos hasta ver y saborear sangre fresca.
Algunas mañanas,  la imagen que el espejo me devolvía, quería hacerme creer que era algún monstruo, armada con pedazos muertos de varios NN: frente deformada, dentadura removida, maquillaje azulado verdoso sobre mortecino blanco, de no tocar sol por varios días.
No era una buena imagen. Y como ya las órbitas me arenaban los párpados x dentro, estaban mejor cerrados.
Hubo un tiempo que ver la luz del día, a cualquier hora, era lo peor que podía pasarme.
Anhelaba caber en alguna nuez oscura, vacía, perdida en alguna esquina olvidada y lejana.
Para jamás ser encontrada.
En algún momento, durante el gran despliegue de cuadrilátero,  mi memoria perdió el sentido y se desvaneció en el tiempo.
Sólo quedó una muñeca de goma, llena de silencio.

Algunos pétalos caen suavemente y agradezco poder verlos. La brisa huele casi a otoño.
Algunas nubes adormecen un rato los recuerdos...

Desde el vacío intenso, reviví sólo por un milagro.

Pudo NO SER.

Pude volverme parte del antiguo sedimento de este suelo.
Pude ser el definitivo trofeo de uno de los tantos siniestros que salen de caza y viven para el acecho y prematuros entierros.

PERO NO.

Dios me tocó y, de nuevo, respiro y pienso.
Él me fue armando de a poco y con cuidado.

PERO #NUNCAMÁS

Hoy puedo decir, que puedo. Que soy parte de las que reclama, desde mi angosto sendero.

Pero #NIUNAMENOS

Que leo lo que escribo. Que ESCRIBO LO QUE PIENSO.
QUE PUEDO.

#BASTA

Que NO SOY parte, del inmenso afiche coloreado de rostros, que gritan auxilio desde el silencio.
Desde el destierro.
Desde la ausencia.
No soy.

Pero pude ser.

Y aquí estoy, gritando por las sin voz. Hablando por todas, por mí, por ella, por una sola.
El corazón partido por cada una de las que no supe o pude ver, leer, sentir, escuchar a tiempo.
Porque somos más las que hacemos ronda, muros, rondas de manos trenzadas, de corazones con fe y con fuerzas. Para salvar a las de adentro.
De manos tendidas dentro de abismos, para tirar y retener una viva.
Para salvar a las de afuera.
El corazón henchido de agradecimiento, por estar. Porque una más escapó a tiempo.

Henchida, agradecida, despierta.

Alerta.

VIVA.


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